viernes, abril 19, 2024
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Tras el Brexit, Gibraltar pasa a ser más europeo

Si se superan las profundas diferencias todavía existentes para la aplicación, por primera vez dentro del sistema Schengen, del régimen de entradas y salidas por el puerto y el aeropuerto gibraltareños, Gibraltar será más europeo de lo que ha sido en los 47 años que el Reino Unido ha formado parte de UE.

Del “Gibraltar español” que, durante decenios, en dictadura y en democracia, sintetizó los deseos de gobernantes y gobernados en España, hemos pasado al “Gibraltar europeo”.

Así anticipaba en la última carta de 2020 de su blog -“Desde mi cancillería”- el día de Navidad el embajador Carlos Miranda el resultado de las negociaciones culminadas en la madrugada del viernes entre Londres-Gibraltar y Madrid.

Las reacciones de alivio y satisfacción del viernes de los responsables de Exteriores de España y del Reino Unido, y de los dirigentes de Gibraltar y de la región circundante española al acuerdo de principio para evitar durante seis meses un Brexit duro en el Peñón, mientras Londres y Bruselas negocian un nuevo tratado sobre Gibraltar, le dan toda la razón.

Si se superan las profundas diferencias todavía existentes para la aplicación, por primera vez dentro del sistema Schengen, del régimen de entradas y salidas por el puerto y el aeropuerto gibraltareños, Gibraltar será más europeo de lo que ha sido en los 47 años que el Reino Unido ha formado parte de las Comunidades, Comunidad y, finalmente, Unión Europea.

Gibraltar dejó de ser español en 1704 (de hecho) y en 1713 (de iure) y cuanta más presión ha ejercido España para recuperar la soberanía perdida, menos españoles se han sentido los gibraltareños, como lo demuestran los plebiscitos de 1967 y 2002.

Tras docenas de intentos fallidos de recuperación del territorio por medios pacíficos y violentos, legales e ilegales (en su tesis doctoral Concepción Anguita los estudió mejor que nadie), las posiciones encallaron en el plan Castiella de mayo de 1966, que proponía olvidarse de Utrecht, sustituir la base británica por una base de utilización conjunta y otorgar a los gibraltareños un estatuto de amplia autonomía bajo la protección de la ONU.

Rechazado de plano por Londres y Gibraltar, las posiciones españolas, a medida que nos alejamos de la dictadura franquista, se fueron suavizando, aparcando los principios en favor del pragmatismo y de la solución de los problemas cotidianos.

Felipe González abrió la verja seis semanas después de entrar en Moncloa, en diciembre del 82, Aznar, aplicando algunas ideas de Abel Matutes del 97 (sustituyendo el plazo de cien años por una duración indefinida), llegó más lejos que nadie en 2002 en la negociación del acuerdo de cosoberanía soñado por Fernando Morán -discípulo, como Marcelino Oreja, de Castiella- y Rodríguez Zapatero/Miguel Angel Moratinos abandonaron el “doble bis a bis” en la negociación -Madrid-Londres por un lado, Gibraltar-Campo por otro- por la diplomacia a tres, con los gibraltareños en la delegación británica.

Para el Partido Popular fue una traición imperdonable y una concesión gratuita del principio que durante tres siglos había defendido España en una interpretación literal de los acuerdos de Utrecht admitida parcialmente por la ONU, pero considerada obsoleta por Londres y el 99 por ciento de los gibraltareños (34.000 hoy).

A pesar de los enormes esfuerzos del equipo Rajoy/José Manuel García-Margallo por revertir aquella decisión, los gobiernos de Pedro Sánchez hicieron suyo el formato y han logrado los dos acuerdos principales conseguidos desde 2016: que, en las negociaciones del Brexit, Bruselas cediera a España la última palabra sobre el futuro estatus de Gibraltar, y el acuerdo de principio del 31 de diciembre. ¿Se mantendrá o se perderá ese éxito diplomático en la negociación del nuevo tratado que ahora se abre entre Londres y Bruselas?

¿Cuándo devolverá el Reino Unido Gibraltar a España, como ha devuelto Hong Kong a China?, preguntaba el amigo y maestro de corresponsales diplomáticos Pepe Colchero a Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, en un encuentro informal con periodistas en Madrid a finales del 97. “Cuando España sea China”, respondió. En la práctica, su posición la han compartido todos sus sucesores desde hace 30 años con otras palabras: “cuando lo quieran los gibraltareños”.

Nada que ver Hong Kong con Gibraltar o China con la opinión de los gibraltareños, pero en el mundo interdependiente de 2021 y en la Europa democrática del siglo XXI, con el Reino Unido dentro o fuera de la UE, en España sólo se escuchan dos opciones para Gibraltar: la ambigüedad que empaña todos los avances conseguidos por los últimos Gobiernos del PSOE, incluido el borrador del viernes, o el retorno al órdago que defendía de nuevo García-Margallo el pasado jueves en EM: “exigir que el Reino Unido cumpla de una vez con la doctrina de Naciones Unidas….teniendo en cuenta, eso sí, los intereses de los gibraltareños”.

Eso es, precisamente, pero sin provocaciones innecesarias, lo que, en opinión de los dirigentes de España, el Reino Unido y Gibraltar, se trata de conseguir con el periodo de gracias de cuatro años que ahora se abre para pasar del Gibraltar británico a un Gibraltar que, siendo más europeo, también pueda acabar, Dios sabe cuándo, siendo más español. ¿Sin dejar de ser británico?

En cien años, todo es posible. De momento, salvo que los negociadores lo hagan muy mal de aquí al verano, la verja desaparecerá, Gibraltar no será frontera exterior de la UE y la agencia europea de fronteras (Frontex) vigilará los controles en un puerto y un aeropuerto que España nunca reconocerá como territorios cedidos en Utrecht. Los detalles concretos habrá que negociarlos.

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Por: FELIPE SAHAGÚN – El Mundo Espana

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