jueves, marzo 28, 2024
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(ESPECIAL) El caballo de Troya y los temores que se tienen por la llegada de la Minga a Bogotá

No son pocos los temores que los capitalinos tienen por la llegada de la Minga Indígena del Cauca que comenzó en su viaje, inicialmente hacia Cali con 3 mil personas y ahora va en aumento con la suma de indígenas, campesinos, afros y personas que se sumaron desde diferentes partes del país. Lo que sí queda claro en todo esto, es que han sido movilizados por la izquierda y los grupos armados del país; al punto que se calcula ya van en en 5 mil el número de viajantes y se proyecta sean entre 8 mil y 12 mil los que lleguen a Bogotá.

La Minga avanza con algunos contratiempos como el de ocurrido en el Quindío; todo por llegar invadiendo territorios en donde no han sido bienvenidos, no por segregación, sino por no haber coordinado la logística con las autoridades de los municipios por donde hacen su paso. Es así como de manera improvisada están llegando a municipios sin ninguna logística mínima, sin autorizaciones ni definición de espacios a ocupar. Fue así como no pudieron quedarse en Armenia, donde pretendieron quedarse, pero como nunca se coordinó, no se les permitió la estadía ante la imposibilidad de adecuar en solo minutos, un espacio que les permitiera estar con los mínimos de bioseguridad y comodidad.

Es así, como entonces continuaron hasta Calarcá, lugar que invadieron en su primer día de viaje hacia Bogotá. Cuando estuvieron en Cali, habían sido ubicados en el marco del Estadio, mientras que para el asunto de aseo personal, los bomberos debieron disparar sus mangueras en lo que de denominó “Ducha Comunal”; Pero estos espacios en municipios y ciudades más pequeñas, no es posible.

El tiempo de viaje desde Cali hacia Bogotá fue estimado en cinco días. Para llegar, los trayectos más largos se hicieron en los dos primeros días, los restantes lo realizan en trayectos cortos hacia Ibagué, Fusagasugá, Soacha y finalmente Bogotá a donde se espera que lleguen el domingo, en medio de varios temores que se han hecho evidentes durante la semana.

1.Temor al COVID

Justo el temor más importante, es la contingencia actual por la pandemia del Covid-19. Esa justo fue la preocupación expresada, inclusive, por el Ministerio de Salud, desde donde se explicó que las poblaciones por donde pasa la Minga y se vienen quedando a pernoctar, son poblaciones que, hasta el momento, han tenido un bajo impacto por el Covid, algo que con la presencia de estas aglomeraciones, podría cambiar.

La Minga está programada para llegar el domingo a Bogotá y todavía no hay claridad de el lugar donde se establecerán. Ante esta situación, el Presidente Iván Duque, le recordó a la mandataria local, Claudia López, sobre la importancia de limitar los espacios y evitar las aglomeraciones así como la responsabilidad que como alcalde de Bogotá, le corresponde en el control de las medidas sanitarias que eviten un rebote y propagación del virus, luego de los ingentes esfuerzos que ha hecho la alcaldía para controlarlo.

Como abanderada del tema, Claudia López, también ve con preocupación el tema y en su respuesta al presidente, le recordó que el tema no es exclusivo de ella como alcalde sino que es compartido con el Gobierno Nacional y le pidió que actúe al respecto. En medio de la tirada de bola de lado y lado, no hay un plan claro de como se tratará el tema de la bioseguridad con la Minga.

Ante la imposibilidad de negar la entrada a los indígenas a Bogotá, el temor le sigue a los ciudadanos. Ninguno quiere que los 8 mil indígenas, afros y otras comunidades étnicas que se han ido sumando a la manifestación; se conviertan en vecinos. De todos modos, se piensa en espacios en el que se puedan acomodar durante los días de permanencia y en donde se puedan establecer campamentos provisionales. Entre las ideas han salido el de acomodarlos en el Parque Simón Bolívar, el Centro de Alto Rendimiento, el Palacio de los Deportes, el Estadio de Techo, inclusive, en terrenos de los municipios cercanos a Bogotá como hacia el norte por Guaymaral.

Lo que es claro, es que el temor al Covid es uno de los principales en Bogotá y para nadie es un secreto sobre la indisciplina que vienen teniendo los indígenas que, inclusive en Cali, hicieron la Minga Bailable en el Coliseo del Pueblo sin guardar ni el distanciamiento y sin utilizar correctamente los tapabocas. Igualmente las críticas están dadas por la falta de aseo personal de los indígenas y la imposibilidad de que puedan ejercer correctos hábitos de aseo por la falta de instalaciones para tales efectos que pueden ser instaladas en los improvisados campamentos para un número tan elevado de personas.

2.El Caballo de Troya

Para nadie es un secreto que la Minga Indígena forma parte del movimiento popular impulsado por la izquierda del país y que, con algún nivel de complacencia, se han dejado infiltrar por los grupos armados ilegales, con quienes ya se han comprobado, existen nexos que los líderes niegan; pero que han sido denunciados por la misma comunidad indígena.

Desde hace varios años, la inteligencia y contrainteligencia del Estado, han analizado las maneras para evitar que los grupos armados se tomen a Bogotá, luego de tantos intentos que han realizado a través de la historia. La respuesta que han encontrado, es que la mejor manera de meter comandos guerrilleros a la capital, es a través de manifestaciones masivas como los que la minga está propiciando.

Es así como la Minga podría ser el Caballo de Troya en el que los grupos armados, mimetizados como indígenas marchantes, llegarían en gran número de efectivos y realizar una toma armada de Bogotá. Lo que siempre había estado en el campo de la especulación y el análisis de la inteligencia, hoy parece tomar relevancia y analizarse como una verdadera posibilidad, más cuando en el país, se han generado rumores desde hace varios meses, de una búsqueda de la toma del poder por las armas, en lo que se ha llamado un “Golpe de Estado” por parte de la izquierda.

La posibilidad que se veía remota, pasó a ser considerada como factible, luego de ver la actividad y poder organizativo que se tuvo a través de los grupos de milicias urbanas de FARC en disidencias y del ELN, que infiltraron las protestas de septiembre tras la muerte a manos de dos policías del estudiante de derecho Javier Ordoñez, en acciones que pusieron en zozobra a la capital del país por cuatro días y sus noches consecutivas siendo destruidos más de 50 Centros de Atención Inmediata de la capital.

Para algunos dentro de la inteligencia del país, esto fue el primer paso para menguar la capacidad de reacción de la policía, limitar su despliegue y aprovechar que entre los 8 mil a 12 mil indígenas que lleguen a Bogotá, se puedan incorporar un numero aproximado de mil guerrilleros, que podrían llegar hasta la Plaza de Bolívar y atentar contra el centro de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial del país.

Así pues, lo que para el común, puede ser tomado como un despropósito y una exageración, para las fuerzas armadas es tomado con toda la seriedad, más cuando recuerdan que con menos personas, en 1985 el M-19 se tomó el Palacio de Justicia con las consecuencias que todavía vive el país por cuenta de ese acontecimiento.

Solo basta imaginar cómo operaría ese Caballo de Troya, en la que en una marcha indígena, se mimeticen comandos guerrilleros entrenados con una misión desestabilizadora, que ha sido abiertamente anunciada por la izquierda y más cuando a esa marcha se sumarán los sindicatos, Fecode y hasta los movimientos estudiantiles. Para inteligencia, el temor es fundado y el postre está servido.

3.Temor a la parálisis de la movilidad de la ciudad

El otro temor es el colapso de la capital, que busca desesperadamente, fluir para adelantar una correcta recuperación económica. Si bien Bogotá ha sido la parte del país mas golpeada por la pandemia, es igualmente el lugar con mayor impacto económico con puestos de trabajo destruidos y empresas cerradas. La situación económica de Bogotá es compleja en todos los sectores y, desde la propia ciudadanía, se hacen todos los esfuerzos por la recuperación.

Es así, como frenar la movilidad de la ciudad y colapsarla, significaría un golpe adicional a las malas condiciones en las que se encuentra la capital. Desde los sectores productivos, se hizo un llamado para que se proteja la movilidad y no se convierta, la Minga Indígena, en un paro que deje termine en el cierre de locales comerciales, imposibilidad de movilizarse para la gestión productiva. El temor está fundado tras recordar cómo la Minga cerró la vía Panamericana por más de dos meses, aislando al sur del país y dejando multimillonarias pérdidas en la región.

El momento en que la Minga llega, no es el mejor. Se produce justo en medio de la reactivación económica que apenas despega para la temporada navideña en la que todos los negocios están volcados a trabajar intensamente para ver si el desquite llega a fin de año. Este proceso de preparación, después de tantos meses de parálisis, no debe ser interrumpido por la llegada de los indígenas.

El temor además persiste. Los comerciantes e industriales capitalinos saben que la llegada de la Minga es la introducción de una serie de movimientos de protesta anunciados para el mes de noviembre, mes en el que además, se conmemora un año del Paro Nacional en el que murió por una accidente del ESMAD, Dilan Cruz, un joven convertido por los medios de comunicación y por los sectores de izquierda, en un mártir y del que se ha prometido por parte de los sectores radicales, que se realizarán marchas para la semana del 21 de noviembre en su memoria.

Paralizar la ciudad en su movilidad es detener el principal centro de negocios del país, impactando además, los sectores financieros, de inversión y la realización de negocios el país, pues desde Bogotá, se mueve el 68% de la gestión económica de las grandes empresas, multinacionales e inversiones.

Una de las críticas a la Minga, viene justamente de los transportadores, quienes son permanentemente abordados por las autoridades de carreteras cuando a la más mínima infracción, son requeridos y multados. En este sentido, la crítica es por qué a la Minga nadie la aborda, la multa o la detiene si están violando todas las normas de tránsito. Si un bus formal supera el número de pasajeros o si va con las puertas abiertas, se somete a costosas multas, mientras al minga lleva gente apretujada y hasta los techos copados. Se preguntan ¿dónde está la autoridad?, tienen los indígenas por solo ser indígenas corona de rey? ¿son intocables?, ¿no que la ley es para todos?.

Ese mensaje de que pueden hacer lo que quieran sin que nadie les diga nada, es el temor más grande que se tiene con su llegada a las calles de Bogotá. Con el antecedente de la Vía Panamericana y con 8 mil o 12 mil indígenas en acción, no es difícil cerrar las principales vías de la capital y colapsarla en su movilidad.

4. Temor al lugar donde se quedarán

Los capitalinos le exigen a su alcalde, Claudia López, que no permita una invasión de sus barrios y poblados y que busque el mejor lugar en el que puedan quedarse, prácticamente confinados. El común de los ciudadanos no quieren ver a los indígenas deambulando por toda la ciudad; y este sentimiento que se puede recoger de las manifestaciones en redes sociales, plantean que la Minga quede localizada en un solo lugar.

El temor del lugar en dónde se quedarán los mas de 8 mil indígenas, afros y campesinos que se han sumado a la causa de la Minga, parte de la simpatía que la misma alcalde, Claudia López, tiene por los movimientos sociales de protesta y su evidente promoción al ser parte de la izquierda colombiana que impulsa estos movimientos.

Es así como la incertidumbre se apodera de aquellos vecinos de las zonas posibles en donde se podrían hospedar. Como se explicó al comienzo de este artículo, la problemática no está en su presencia, sino en lo que significa la presencia de tal cantidad de personas o mas; pues en Colombia hay poblaciones enteras con ese número de pobladores, es decir, se entiende como si un pueblo entero estuviera llegando de un día para otro a ocupar un territorio y esto es visto como una invasión masiva que alterará, sin duda, la vida cotidiana de los habitantes.

Pero con ello, está el tema de la atención de servicios básicos, servicios de salud, alimentación y aseo como los mas relevantes; sumado al choque cultural al que la vida urbana de Bogotá no está acostumbrado con indígenas que tienen una visión totalmente diferente de las relaciones sociales, el entorno y el manejo del espacio y su cosmovisión. Sin duda, este es un problema sociológico que tendrá que ser asumido por las autoridades, pero hasta el momento, la ciudadanía no conoce los planes del distrito para enfrentar lo que, con la llegada de la Minga, se viene en el impacto de las zonas, en donde finalmente, terminen quedándose.

Hasta el viernes en la noche, se estaba considerando como el sitio más apropiado para ubicarlos en donde se pueda establecer desde una cama comunal, hasta ducha comunal, un comedor comunal para ese número de personas, es el Palacio de los Deportes, lo que alertó a los pobladores vecinos de los Nicolás de Federmán, PabloVI, La Esmeralda, Quirinal, San Miguel, Campín y Nuevo Campín; quizás los más afectados por ser zona de influencia.

5.Temor a la inseguridad que generan

Pero el temor en Bogotá no es gratuito. Resulta que nadie más que los capitalinos tienen la experiencia de ya haber recibido al movimiento indígena y otros movimientos de protesta y saben que sus temores no son inventados. Los ciudadanos no quieren que se repitan los fenómenos ya presentados, inclusive, por movimientos de desplazamientos.

El tema de los venezolanos y los desplazados por la violencia, demostraron el camino hacia la inseguridad que se sigue con la llegada masiva de personas, así sea de manera temporal. Saben que estas situaciones terminan en fenómenos de inseguridad y violencia. Esto está dado porque muchas de las personas que llegan en este tipo de manifestaciones, no tienen los recursos suficientes para sobrevivir y este es uno de los casos más claros, en los que, si bien los organizadores dicen tener los recursos para alimentar a los manifestantes; otra cosa es lo que termina necesitando realmente para alimentarse, y tener lo suficiente.

A esto se suma que vienen en un plan de protesta en tierra que no les pertenece, es decir, no sienten a Bogotá como suya y ese efecto de desapego y falta de pertenencia, no los lleva a ser considerados ni con la ciudad ni con sus habitantes. Su relación con Bogotá es como está basado en la venganza por los males históricos que dicen padecer por culpa de quienes ocuparon el país, es decir su tierra. Para ellos, sus reivindicaciones no solo están en el gobierno y Bogotá es para ellos, la ciudad opresora; al menos, así lo han hecho saber varios de los líderes cuando amenazaron con llegar a Bogotá.

Por esto es que cuando se habla de inseguridad no solo se habla de actos en contra de la propiedad pública, sino a los actos de irrespeto por las mínimas normas de convivencia ciudadana. En masa, el comportamiento indígena es colonialista, es decir, juntos pueden hacer lo que quieran donde quieran y ese temor a que eso se salga de las manos, es lo que tiene preocupada a la ciudadanía capitalina.

Pero existe otro efecto de inseguridad que pareciera ser un efecto a tres bandas, como se expresa en términos de billar. El tema va de la falta de policía para la ciudad. Y es que la policía disponible, estará pendientes, en su mayoría, cuidando al movimiento indígena, dejando al resto de los ciudadanos a merced de la delincuencia que ya  impera en la Capital. Si bien la fuerzas de Policía han informado que los operativos de vigilancia y control ciudadanos continúan, es cierto que, tal como ha ocurrido con el Paro Nacional de noviembre pasado, la policía terminó siendo insuficiente para controlar la ola de de delincuencia que comenzó a azotar a los barrios, urbanizaciones y que generó el pánico colectivo, cuando grupos organizados de delincuentes, comenzaron a asaltar a diestra y siniestra.

Lo dicho, la experiencia de los ciudadanos de Bogotá, es también el motor de sus temores, aunados a una insuficiente gestión en seguridad que se viene realizando por parte de la alcaldía que no fue capaz de controlar los actos delincuenciales, ni siquiera, cuando la mayor parte de la ciudadanía se encontraba encerrada por efectos de la pandemia. El temor a esa falta de reacción y operatividad de la administración para garantizar la seguridad ciudadana, es motivo de preocupación colectiva.

6.Temor a la integración de actores violentos e infiltrados

Bogotá no olvida las últimas protestas ciudadanas que degeneraron en noches de terror. Bogotá parecía vivir una guerra ciudadana interna que terminó incinerando los CAIs. Si bien, los ciudadanos reaccionaron días mas tarde para reconstruir los centros de atención, no quieren volver a ver como los infiltrados aprovechan las marchas y protestas para destrozar sus barrios y su tranquilidad.

Es claro que la Minga ha sido infiltrada. Desde antes de salir para Cali, ya se sabía que el apoyo de la misma estaba dada por parte de los grupos armados; principalmente, FARC en disidencia y ELN, grupos que además financian gran parte del movimiento y que alcanzará por lo menos, 12 mil millones de pesos, dinero que no sale de la donación voluntaria de las pobres familias campesinas e indígenas, sino del negocio de la coca que tienen los grupos armados y que han incluido en los temas de negociación con el Gobierno, por ejemplo, el que se presione para que se retomen diálogos de paz con el ELN.

Por esta razón, es que el propio Ejército de Liberación Nacional, ha difundido un video de apoyo a la Minga que viene promocionando por las redes sociales y entre los seguidores de la Minga, bajo la complacencia de los movimientos afectos a la ideología de Izquierda, como parte del propósito de “todas las formas de lucha” para alcanzar el poder. Es claro que el ELN tiene infiltrado el movimiento indígena, ellos mismos lo han declarado y sus voceros en el apoyo al movimiento, son justo indígenas guerrilleros armados, de los cuales, muchos, están en la marcha y pretenden llegar a Bogotá

A todo esto se suma las milicias urbanas del ELN, FARC, PC3, Movimiento Estudiantil, Juventudes del M-19 o JM19 como se hacen llamar. Estos grupos operan desde las universidades públicas de Bogotá, tales como la Universidad Distrital, la Universidad Libre y la Universidad Nacional; todas ellas, centros de operaciones de estos grupos que funcionan como células compuestas por máxmo 5 personas y con una capacidad de coordinación que ha dejado asombrado a las mismas fuerzas de inteligencia y seguridad del Estados que les siguen la pista.

Es por esto que el que el Movimiento de la Minga se vaya a unir en protesta con el Movimiento Estudiantil y Fecode, entre otras organizaciones como los sindicatos, hace temer porque esa infiltración pueda volver a generar graves disturbios y actos de violencia como los ya vividos; pero con objetivos diferentes como puede ser el propio centro de la ciuadad. Es decir, el acabar con los CAIs, al parece que fue un entrenamiento para el que podría ser el verdadero objetivo: invadir el Congreso, El Palacio de Nariño, el Palacio del Liévano y el edificio de las altas cortes.

Puede sonar exagerado, pero para eso se preparan los hombres de las Fuerzas Militares, pensando tal vez en lo más extremo para poder que si se llegaran a producir hechos extremos, tengan como responder. Esto al tiempo significa que el temor a que esto se pueda presentar, está latente.

7. Temor por sus financiadores

Las fuentes de inteligencia del Estado consultadas, hablan de múltiples fuentes de financiamiento de la Minga, que incluyen ONGs internacionales de izquierda, uso de dineros que la misma Nación les traslada dentro de lo que ha sido el cumplimiento de los acuerdos, fondos que han sido entregados por sindicatos y simpatizantes de la causa de izquierda y por supuesto, lo que han logrado interceptar en comunicaciones y los testimonios de miembros de las Farc, ELN y milicias capturadas que han dado cuenta de la manera como son los mayores aportantes.

En ese sentido, el costo de la Minga es multimillonaria, no solo en transporte sino en sostenimiento, alimentación y logística. IFMNOTICIAS, había revelado en una publicación anterior, la manera como se estaba financiando la Minga desde el frente móvil, Jaime Martínez, encargado de financiar por lo menos a 3 mil personas cuyo costo aproximado era de 3.360 millones. Con las nuevas cifras y desplazamientos, se conoce que el costo de la minga hasta Bogotá más la cantidad de días que estarán, puedo ser cercano a los 20 mil millones de pesos.

El temor está sobre las sospechosas fuentes de financiación y que la Minga en su propia organización, no tiene porqué revelar sus cuentas como movimiento popular. Los dirigentes han dicho desde diferentes escenarios que todo lo que es de financiación, sale del aporte voluntario de los indígenas y campesinos y han rechazado las versiones que se han entregado, cuando se les pregunta por la financiación a través de grupos armados y producto del negocio de la coca.

Solo la financiación oculta, poco clara, con cifras tan altas, deja sospechar que la única fuente que puede financiar una movilización de tal magnitud desde los “pobres” indígenas, es la coca y esta, proviene de los grupos armados con los que tienen nexos. Pero justo esta versión es la que con más ahínco rechazan los indígenas y se defienden expresando su molestia, porque esto es la “estigmatización” de un movimiento popular de inconformidad.

Lo extraño es que en sus peticiones reivindicatorias, los primeros puntos a negociar, son justo los que benefician a los grupos alzados en armas y narcotraficantes que influyen en sus territorios, como la no fumigación, la exigencia de diálogos con el ELN, la no presencia del ejército ni la policía en sus territorios, entre otros que dejan en un segundo plano a los puntos reales de necesidades de los indígenas del común.

Otro de los aspectos, es que los demás financiadores son ideólogos de izquierda con una agenda de desestabilización y desgaste del aparato del Estado. Son los mismos que desde el Congreso en su posición de izquierda amenazaron con no dejar que el gobierno de Iván Duque tuviera calma, justo dentro de las siguientes 24 horas a haber perdido la presidencia. Igualmente, dentro de estos activistas de izquierda, está la coordinación de quienes la apoyan y también financian, como el Comité de Paro, en el que están los sindicatos, Fecode, movimientos estudiantiles; dentro del fondo común que igualmente cierra el ecosistema con los grupos alzados en armas. Al menos así lo explican las fuetes de inteligencia.

 

 

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