jueves, marzo 28, 2024
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Encasillar para destruir

Por: Roberto Rave

“Robar a los seres humanos sus rostros e individualidad no constituye una forma de mal inferior a socavar su dignidad”. Bauman, Z. y Donskis, L. (2015). Ceguera moral.

Por convicción propia trato siempre de que el título que encabeza mis artículos sea positivo y propositivo. Sin embargo, acudo a una disculpa por el acápite que hoy enmarca mi columna, no sin antes recurrir al sentimiento de frustración que me lleva a escribir esta reflexión.

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Llevo varias semanas considerando la división que hoy encara el mundo entero y que se ve reflejada también en mi país, Colombia. El odio casi antropológico, los juicios constantes, la penalización social a quien disiente de las ideas que están de moda o las más populares, la manía casi generalizada de encasillar a las personas porque sí y porque no. Es de derecha, es de izquierda, es católico, es ateo, se viste de x o y manera, escucha una u otra música, fascista, mamerto, vago, pecador, rico, pobre, machista, feminista, superficial, gay, liberal, conservador, empleado, empresario, terrateniente, proletario y un sinnúmero de cuadrículas que adormecen el criterio para acudir a la facilidad predicada por la practicidad mediocre de calificar para olvidar. Debo admitir que este peligroso virus ha tocado varias veces a mi puerta y me ha invadido durante largas instancias de mi vida sin encontrar vacuna alguna. He caído en la falacia de juzgar por el empaque, de encasillar olvidando la grandiosa facultad, casi divina, de ser y creer en muchas cosas a la vez, tanto desde el ámbito ideológico como desde el práctico; la facultad también de cambiar, de transformar y de ser mejores. Bien decía uno de mis filósofos favoritos, el gran Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias” y al desconocer las circunstancias de quien tenemos al frente, se hace más empática y justa la abstención del juicio. Hace ya varios años que uno de mis primos más cercanos tuvo un desafortunado incidente en donde en medio de un atraco fue herido y tuvo una lesión en las vértebras cervicales C4 y C5. Desde ese día no pudo volver a caminar y hoy es un vivo ejemplo de que el músculo más importante del cuerpo es el corazón y su capacidad de luchar y de soñar. En muchas ocasiones trataba de acostarme en mi cama y pasar largos momentos sin mover el cuerpo, intentando imaginarme lo que él sentía; sin embargo, era imposible ponerme en sus zapatos, pero sí era posible tratarlo con más cariño, con más admiración y tal vez con más empatía.

Esta facultad no nos prohíbe tomar posiciones y juzgar hechos. Es por esto que me atrevo a afirmar que no hay cosa más estéril y destructora en nuestra sociedad actual, que el encasillamiento en el juicio y el olvido de la integridad de los seres humanos. Podría afirmar también que esta deshumanización y la prevalencia de la eficiencia traducida en “utilidad”, atentan contra los principios democráticos y dificultan la construcción de un mejor mundo, facilitándole la tarea a quienes con total conciencia y planeación se benefician de la división y la destrucción de la humanidad.

“Los ideales generales solían dominar la literatura, han sido expulsados por una exigencia: el arte por el arte. Los ideales generales solían dominar la política; han sido expulsados por una petición de eficiencia, que podría traducirse en una exigencia de la política por la política. Durante los últimos veinte años, los ideales de orden o libertad han ido perdiendo terreno en nuestros libros al tiempo que las ambiciones de ingenio y elocuencia van perdiendo terreno en el parlamento”, afirmaba Chesterton hace más de 100 años. En consonancia con estas palabras la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, parafraseando al poeta Rabindranath Tagore, escribe: “La historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio casi sin saberlo al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un poder inmenso, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano bajo la sombra de una organización sin alma”.

Las empresas son reflejo de nuestras construcciones como humanidad. Es por esto que a medida que avancemos como sociedad, construiremos de manera genuina y no obligada, empresarios más conscientes y más humanos, sin olvidar que la base de cualquier gran castillo es el mérito unido al trabajo honorable y justo.

Dejemos pues las cuadrículas y pasemos al dibujo libre, pero arduo y virtuoso, para construir un mundo con más esperanza, criterio y desarrollo humano, social y económico.

P.S. Bien mencionaba en una conversación personal mi gran amigo de la universidad de Georgetown y director académico del tanque de acción Libertank, que “Deberíamos discutir sobre ideas, propuestas y soluciones concretas para encontrar las mejores, en lugar de hacerlo sobre etiquetas de “izquierda”, “derecha” o “centro”, que son siempre muy generales, superficiales, gaseosas, simplistas, falaces y confusas. No dicen mucho en términos intelectuales. No nos dejemos encasillar en etiquetas, discutamos contenidos. Esto enriquece mucho más y abre una gama muy amplia y plural de opciones, combinaciones y posiciones sobre diferentes asuntos”.

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