viernes, abril 19, 2024
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Así narra Álvaro Uribe, la muerte de su padre y otras historias, entre ellas con Fidel Castro y Chavez

“Mi padre fue asesinado en la tarde del 14 de junio de 1983 durante un intento de secuestro. Le dispararon dos veces; una en la garganta y otra en el pecho, el disparo que lo mató. Tenía 50 años. De acuerdo con los testimonios de nuestros vecinos y de los trabajadores de Guacharacas, el crimen fue cometido por cerca de 12 hombres del llamado frente 36 de las Farc. Esa noche creímos que los sicarios habían secuestrado a mi hermana, pero para nuestro alivio descubrimos que una profesora la protegió por varias horas; la lealtad hacia mi padre la llevó a arriesgar su propia vida. Santiago permaneció varios días en estado crítico en el hospital; fue un milagro que hubiera sobrevivido. Los criminales responsables del ataque nunca fueron capturados.

Quienes conocieron la amabilidad y la generosidad de mi padre lamentaron la tragedia y cerca de 10.000 personas de todo el país asistieron a su entierro. En mi familia su asesinato tuvo, a través del tiempo, consecuencias desgarradoras e impredecibles: Jaime –el único hermano a quien la gente solía describir como el heredero del sentido del humor y la alegría de vivir de mi padre–, incapaz de aceptar su muerte no volvió a ser el mismo; murió de cáncer de garganta en 2001. Mi medio hermano Camilo creció sin su padre: solo tenía diez meses en el momento del asesinato. En el entierro, mi esposa Lina se sintió mal; días después nació nuestro segundo hijo tres meses prematuro y con muy pocas probabilidades de sobrevivir.

Trece años después llegó la tragedia final a Guacharacas. El 25 de febrero de 1996 –yo ejercía entonces como gobernador de Antioquia– militantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) irrumpieron en la finca y quemaron la casa. Unos días después un trabajador que había crecido en la finca y amado a mi padre nos propuso quedarse en la propiedad y hacerse cargo de lo poco que quedaba. Le dijimos que sí. El ELN lo mató el 31 de mayo de ese mismo año.

Amaba a mi padre y lo extraño todos los días. La tragedia de Guacharacas marcó en mi vida personal y profesional un punto de quiebre cuya influencia tal vez sea inconmensurable. Pero no en la forma en que muchas personas afirman.

En ocasiones se me ha descrito como una especie de Bruce Wayne suramericano: un niño privilegiado que juró vengar la muerte de su padre asesinado por unos bandidos. Dispuesto a hacer pactos con el diablo y a tolerar todo tipo de abusos con el fin de llevar a cabo mi “misión” sin importar el precio, entré a la política y llegué a la Presidencia –según quienes así piensan– para vengarme de las Farc y de todos los grupos de izquierda.

Debo admitir que esa interpretación, si bien es falsa, no es del todo irracional si se tiene en cuenta el pasado de Colombia. Muchos de los capítulos más tristes de su historia se han escrito con la sangre de aquellos que buscaban vengarse. Desde las guerras civiles del siglo XIX hasta la Violencia de la década de los cincuenta y, en los últimos tiempos, las muertes generadas por el narcotráfico, muchas milicias y grupos armados han engrosado sus filas con personas que tomaron las armas para vengar a un padre asesinado, una hermana violada, un familiar o amigo al que robaron sus tierras. También viví tan dolorosa tragedia y sentí la intensidad de las emociones que produce, en particular la rabia. Creo que quienes sufren una pérdida por causa de la violencia tienen que tomar una decisión y que la mayoría de los colombianos optaron por tomar el mismo camino que yo seguí. (…)

En 1983 cuando mi padre fue asesinado, yo tenía 30 años. Comenzaba a ascender en la vida pública: había desempeñado ya varios cargos, entre ellos el de la Alcaldía de Medellín. (…) En los años siguientes hablé lo menos posible del asesinato de mi padre. Fui elegido concejal y senador, llegué a gobernador de Antioquia y luego a presidente de Colombia, y muy rara vez mencioné a mi padre en discursos y reuniones. Quería evitar que mi imagen pública fuera asociada con una idea de martirio o con la falsa impresión de haber incursionado en la política motivado por la tragedia familiar. En una entrevista concedida después de dejar la presidencia de los Estados Unidos, George W. Bush anotaba que en ninguna de nuestras múltiples reuniones se había mencionado el tema de mi padre. Creí suficiente decirle que soy uno de los muchos colombianos que ha sufrido por culpa de la violencia”.

Una llamada desde la Habana

Fidel Castro medió en el escándalo por la captura de Rodrigo Granda en Venezuela.

“–¿Uribe?

–¿Sí?

–¡Aaaah! ¡Sabía que ibas a estar despierto! ¡Eres un ave nocturna como yo!

Era la voz de Fidel Castro.

El presidente Castro y yo nos llevábamos muy bien –para sorpresa de algunos, y en los últimos años habíamos hablado en varias ocasiones(…) Aquella noche de 2005, el presidente Castro llamaba en carácter de pacificador. Al oír su voz comprendí la importancia de la llamada. Chávez tenía en él un modelo a seguir, y su influencia en Venezuela era enorme…Escuchaba en la cama mientras Lina dormía a mi lado. Habló durante más de 30 minutos, interrumpiéndose solo para preguntar: –¿Todavía estás ahí, Uribe?

Justo antes del amanecer abordó el motivo de su llamada. Tenía una idea para resolver la situación (de la captura en Venezuela de Granda): ambas partes debíamos concentrarnos no en lo que había sucedido, sino en el futuro; Venezuela se comprometería a mejorar el patrullaje de sus fronteras, y Colombia declararía su intención de no realizar otra operación como la de Granda(…)Pocos días después de nuestra conversación, Lina y yo recibimos, en nuestra casa de Rionegro, una visita secreta del viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba y de su embajador en Bogotá. Traían una carta del presidente Castro, en la que –con una redacción impecable– exponía en detalle el marco para desactivar la crisis. Di mi opinión a los cubanos y al día siguiente viajaron a Caracas con la respuesta”.

“Nunca fuí amigo de Pablo Escobar”

Cómo fue la historia del helicóptero que presuntamente era del capo y que fue a rescatar al hermano herido de Uribe.

“En 1983, cuando mi hermano resultó herido tras el asalto perpetrado por las Farc a Guacharacas y recurrimos a la Cruz Roja para llevarlo a Medellín, solo se pudo encontrar un helicóptero equipado con la tecnología necesaria para volar de noche y con mal tiempo. Aunque el helicóptero había sido registrado por una entidad seria, según informes de prensa de la época el verdadero dueño era Pablo Escobar (…) Años más tarde, este incidente fue citado por algunos de mis críticos como ‘prueba’ de mi amistad con Escobar. No era su amigo y nunca lo fui, ni siquiera cuando este personaje no era mal visto en algunos círculos económicos y políticos de la sociedad colombiana”.

Gabo, mensajero de paz

El Nobel buscó a Uribe cuando era gobernador para hablar de las Farc.

“–Ven a verme el sábado al Hotel Intercontinental de la Ciudad de Panamá –dijo la voz en el teléfono–. Traigo un mensaje de un amigo para ti.

La llamada era de Gabriel García Márquez, y “el amigo” resultó ser Fidel Castro. Fue a principios de 1997. Era gobernador de Antioquia y me esforzaba para preservar algunos de los progresos que había hecho en el departamento. (…)

Pocos meses antes, García Márquez me había preguntado si tenía algún interés en establecer un diálogo con las Farc. Le respondí que sí; que estaba interesado en cualquier tipo de conversaciones que pudieran conducir a la paz y que si las condiciones lo permitían aceptaría, en coordinación con el gobierno nacional, hablar con las Farc. García Márquez me dijo entonces que iba a pasar la Navidad y el Año Nuevo con Castro en La Habana, y que posteriormente me informaría. Pasaron unos meses sin noticias, hasta el día en que recibí la llamada telefónica con la invitación a Panamá. (…)

Pasamos varias horas con Gabo en una suite del hotel hablando, haciendo preguntas, tratando de lograr una perspectiva más amplia. La clave del mensaje era la siguiente: Castro mantenía contacto regular con los principales dirigentes de las Farc, por ellos sabía que estaban deseosos de entrar en un nuevo proceso de paz con el gobierno colombiano. Sin embargo, –seguía el mensaje–, Castro consideraba que el único interés de las Farc era crear las condiciones para un alto al fuego que les permitiera aumentar en secreto su poderío militar.

–Pensé que debías saberlo –concluyó García Márquez–”.

Así dieron con Fernando Araújo

Un video de supervivencia permitió saber dónde estaba secuestrado el exministro.

“A finales de 2005, los secuestradores dijeron a Araújo que escribiera un guión para su primera prueba de supervivencia en varios años (…) En el video se veía muy delgado pero saludable; vestía una camisa blanca y limpia que le habían prestado las Farc (…) Tenía un loro verde en el hombro (…) Le aseguró a su familia que estaba bien. “A papá y mamá que estoy bien, que los quiero mucho”, dijo. Yo nunca veía esos videos porque me causaban una gran indignación, pero nuestras agencias de inteligencia estudiaron minuciosamente cada una de sus palabras. Muy a pesar nuestro, encontraron pocas que fueran interesantes y por eso todos nos sorprendimos cuando la familia Araújo se puso en contacto con nosotros y nos dijo que, en el video, el exministro había revelado el lugar en el que se encontraba.

Nos explicaron que Fernando y su hermano habían estudiado en la universidad con un hombre de Ovejas (Montes de María) que hablaba de un modo peculiar: tendía a omitir los pronombres posesivos, un hábito del que Araújo y otros se burlaban con afecto. Al decir ‘papá y mamá’ en vez de ‘mi papá y mi mamá’, en el video, Araújo imitaba la forma de hablar de su antiguo compañero, y de este modo ingenioso –que solo su hermano pudo descifrar– comunicaba su ubicación.

Fernando Araújo estaba en los Montes de María”.

También sabía John McCain

El excandidato a la Presidencia de Estados Unidos fue el único que tuvo conocimiento de la Operación Jaque.

“(En la Operación Jaque) hicimos una sola excepción en materia de confidencialidad. El primero de julio recibimos la visita de dos distinguidos senadores de Estados Unidos, Joe Lieberman y John McCain, quien en ese momento era candidato del Partido Republicano a la Presidencia de su país. Exprisionero de guerra que estuvo detenido cinco años y medio en condiciones brutales en Vietnam, él preguntó por los tres contratistas estadounidenses, le dije que íbamos a tratar de rescatarlos al día siguiente. Asintió con la cabeza y nos deseó solemnemente lo mejor”.

Al mejor estilo de Hollywood

Los miembros de la Operación Jaque se inspiraron con la película ‘Ocean’s Eleven’.

“El plan de engañar a las Farc para que liberaran a Íngrid, a los tres estadounidenses y a otros secuestrados trascendía la imaginación de las películas de Hollywood (…). La última fase de la Operación Jaque se planeó durante varias semanas. Cuando nuestras Fuerzas Armadas decidieron utilizar el engaño como base para el rescate, vieron la huella que habían dejado las recientes actuaciones de los terroristas. Para inspirarse, vieron películas de Hollywood sobre grandes engaños, como Ocean’s Eleven.
Cuando nuestros comandantes fijaron un plan, nueve valientes soldados colombianos se ofrecieron para participar como voluntarios, y recibieron algunos papeles que debían interpretar. Ensayaron durante varios días y tuvieron en cuenta todas las situaciones posibles. Llamaron incluso a un profesor de actuación para que les ayudara a perfeccionar sus papeles”.

El ‘loco’ de la cabina

Uribe daba discursos desde un teléfono público en Harvard Square. Los policías lo investigaron por extraño.

“En 1991 vivimos un año en Cambridge, Massachusetts. Era senador en esa época, y en el país se llevaba a cabo una Asamblea Constituyente. Mientras transcurrían sus sesiones, aproveché el receso del Congreso para realizar un posgrado en Administración y Gerencia en la Universidad de Harvard (…) Al final, la Constituyente revocó a los congresistas y llamó a una nueva elección. Tuve, entonces, que hacer campaña desde Estados Unidos (…) Me las arreglé con la única solución posible: mis colegas en Antioquia instalaron altavoces en las plazas públicas y los conectaron a un teléfono. A una hora concertada con antelación, iba en bicicleta con una bolsa de supermercado llena de monedas, a una cabina telefónica de Harvard Square y marcaba un número de Colombia. De esa manera pude dar mis discursos en vivo y contestar todas las preguntas de la audiencia.

No soy particularmente tímido y hoy puedo imaginar aquella escena como todo un espectáculo (…) Un día, un policía me siguió hasta nuestro pequeño apartamento: al parecer solo quería asegurarse que no estaba loco. Lina se rió mucho, y todavía hace bromas al respecto”.

¡Usted es un centauro!

El presidente Chávez apostó dos barriles de petróleo a que Uribe no podía montar a caballo con un tinto en la mano.

“-Voy a montar un caballo alrededor de la pista mientras sostengo una taza de café, ¡y no voy a derramar ni una gota!

El presidente Hugo Chávez de Venezuela sonrió.

–¿Realmente puedes hacer eso, Uribe?

–Apostemos unos cuantos barriles de petróleo y veamos– le dije con una sonrisa.

El presidente Chávez rio con ganas y aceptó mi propuesta. Los asistentes murmuraron.

Llamamos al jinete y nos trajo el caballo. Mientras me montaba, pedí a mis escoltas que me trajeran una taza de café. Estaba llena hasta el borde.

–Muchachos, ¿Cómo pueden hacerme esto?–dije en voz baja, sonriendo–. ¡Ni que fueran oposición!

Bebí un pequeño sorbo para darme cuenta apenas un pequeño margen de error y comencé a montar el caballo alrededor de la pista. Después de dos vueltas, terminé sin haber derramado una gota, tal como había anunciado.

Con una amplia sonrisa, el presidente Chávez aplaudió.

–Uribe –gritó–. ¡Tú …eres como un centauro!

Nos reímos mucho. Todavía me debe los dos barriles de petróleo”.

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